Hacía
unos meses había acordado con un amigo que vive en Nueva York intercambiar
casas por dos meses. Él se instalaría en mi departamento de Buenos Aires y yo
en el suyo de Manhattan. Para un alma viajera como yo, era el plan perfecto.
Trabajaría desde allá y me daría el gusto de conocer Nueva York en detalle y
con tranquilidad. Me imaginaba siendo parte de esa ciudad, tomando mis clases
de yoga, yendo a bailar salsa y andando en rollers por el Central Park.
Semanas
antes de viajar había hecho una consulta a mi clínico por una alergia. No
quería que me afectara durante mi viaje a Nueva York. Como rutina, me ordenó
una radiografía de tórax. Aquel día de mediados de junio de 2011, que llevé el resultado
del estudio al médico, todo cambiaría. Al ver la radiografía, luego de un
silencio eterno que nunca olvidaré, me dijo que encontró “algo” que no le gustó
y me ordenó una tomografía. Dijo que “tal vez no sea nada” pero que suspendiera
mi viaje a Nueva York. Faltaban 10 días para viajar...
Cuando
mi plan era estar abordando un avión me encontraba, en cambio, en el
consultorio del clínico nuevamente, tomografía en mano. Y así comprobamos que
la sospecha era cierta, tenía un tumor en la pleura izquierda (membrana que
recubre al pulmón). Aún podía ser benigno, aunque en mi interior yo comenzaba a
prepararme para lo peor. Otro viaje estaba por comenzar, uno muy distinto al
planeado. El viaje más aterrador que jamás imaginé y a la vez el más profundo y
revelador de mi vida.
>> Capítulo 02: Círculo de amor
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